Realmente no lo es. El problema son los museos. Son hostiles, propiedad del estado o alguna empresa privada. Son como entrar a una iglesia, te dicen que es la casa de Dios y de todos, pero a la noche cierra y de día no puedes hacer lo que quieras. Algunos no tienen ni bancos para sentarse, pero sí sus horas para desfilar a distancia de las piezas, con seguridad abundante y luces a menudo molestas.
A través de los siglos el Arte ha estado muy dirigido, que si tal gobernante pone tal estatua fuera de un dios griego o un militar a caballo, ese Papa que paga por esa virgen con niño inverosímil, o esas mujeres hombrunas de la Capilla Sixtina…
Pero el Arte ha sobrevivido a todo. A mercaderes, Papas, gobiernos, etc. Y un día volvió a la calle, de donde surgió. No lo hizo por dinero. No pidió permiso. Sabía que sería efímero, no buscó la eternidad. El Arte Urbano triunfó donde fallaron siglos de museos.
Puedes verlo cuando quieras. Modificarlo, taparlo, hacerte una foto con él o mearle encima.
Es el verdadero. No hay artista chupando el culo a galeristas ni viceversa. Es un atentado, vandalismo, terrorismo. Es el retorno al Origen. La calle, el cuaderno del estudiante, el árbol de los enamorados o la gruta de los cavernícolas. La demostración de que aún hay esperanza. La ciudad, la naturaleza, puede ser nuestra de nuevo. Puede ser bella pese al hormigón.
Por eso estamos aquí. Porque superamos los límites impuestos.
“Creéis que todo tiene un límite por eso estáis todos limitados”, decía una canción de Siniestro Total.
Otro buen ejemplo es el «Nature Art», del que la foto de cabecera es un ejemplo del autor Andy Goldsworthy. No hay pintura ahí, es todo natural, aunque no lo parezca. Una intervención del hombre, con visión y talento.
Carlos Nieto
www.carlosnieto.com
Tiene cierta gracia el artículo. Desde luego en varias cosas acierta.