«Sombra Salamandra» o la poesía supersónica de Raúl Herrero

Podríamos decir que Raúl Herrero es un hijo pródigo del Arte: novelista, dramaturgo, editor, pintor, poeta, etc. El problema es que ninguna de estas palabras le definen en absoluto, ya que el mundo de Raúl Herrero no es el mismo que el del resto de los mortales: de tan humano es casi divino, y habla en distinto idioma.

Yo definiría a Raúl Herrero como un sabio patafísico, un poeta supersónico, un filósofo cuántico, un órfico del Parnaso, y sobre todo, como un mago. Un mago misterioso que viene de otro mundo a mostrarnos algo mágico y desconocido.

Esa imagen se reforzó en mi mente durante la presentación en Madrid de su último poemario, Sombra salamandra, a la que acudió con su chistera y su sonrisa, dispuesto a revelarnos la magia de su lírica. Porque es magia lo que escribe y lo que piensa. Ideas tan reveladoras que en otro tiempo le habrían llevado a la hoguera.

Después de siete años, Raúl Herrero vuelve a la poesía como al útero materno, el único lugar donde puede sentirse a salvo. Tanto es así que en Sombra Salamandra el autor nos descubre su yo verdadero: sus temores, sus alegrías, sus fantasías y sus mitos. Y para ello recurre al lenguaje postista, su herencia más querida, que le conecta con la esencia de sí mismo, y le permite entablar un diálogo sincero y directo con el mundo.

Los lazos sentimentales y familiares forman parte también de ese mundo, y por tanto, de este poemario. Las referencias y dedicatorias a su mujer, y las ilustraciones de su hijo de cuatro años, Hermes Antonio Herrero Martín, se incorporan consecuentemente en sus páginas para dar sentido a ese universo personal y, a la vez, refuerzan la estética postista del libro, casi “naif”, así como inciden en la idea del retorno hacia lo iniciático, lo fascinante, lo ilusionante.

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Raúl Herrero, junto a su hijo Hermes y su mujer, Esther Martín, en la presentación de Sombra Salamandra en Madrid.

En ese mundo en el que Raúl Herrero se mueve como funámbulo, buscando el equilibrio entre fantasía y realidad, luz y oscuridad, vanguardia y clasicismo, su imaginario es poderoso y desbordante. El poemario está repleto de referencias a personajes de ficción que conforman ese universo “maravilloso” en todos los sentidos: Drácula, Frankenstein, los humoristas Tip y Coll, el hombre lobo, Don Quijote, el Cristo de la Luz, el Verbo “hecho carne”, Ariadna, Chaplin, los hermanos Marx, los Pitufos, etc.

Y de igual forma, no podían faltar las alusiones y citas a los poetas que más le han influido e inspirado, tanto personal como profesionalmente: Antonio Fernández Molina, Juan Eduardo Cirlot, Fernando Arrabal, Luis Góngora, Eduardo Chicharro…

Sombra Salamandra también es un poemario rico y complejo en cuanto a su estructura y narrativa, como no podía ser de otra forma. Tras la primera parte de poemas donde abundan los personajes fantásticos, el humor y el ritmo postista («lamo a una mula de largas trenzas»; «en su muerte el muerto «muerteaba» inocente»), Raúl cambia drásticamente su registro y se convierte en el Conde Orlok para narrar, ahora en prosa y de forma más grave, “una etapa oscura de la humanidad”.

Algunas páginas después, el autor recupera su voz más personal para componer el largo poema que da título al libro, La sombra de la salamandra, que contiene 11 poesías numeradas y siete poemas finales con título, entre los que quiero destacar «La felicidad dependía del mono encaramado a la rama más alta del árbol», un precioso poema (uno de mis favoritos del libro) dedicado a su hijo Hermes Antonio.

El broche final del libro es un completo estudio de la obra de Raúl Herrero, realizado por Jaime D. Parra, quien le dedica estas palabras: «Seguidor de A. F. Molina, y formado por él, como también lo fuera Beneyto, Herrero ha quedado, desaparecidas ya las primeras generaciones postistas, como la antorcha viva que defiende su pervivencia. Como seguidor de Molina, su fuente mayor de inspiración es el Romanticismo alemán y sus herederos el surrealismo francés y lo mejor de su raíz hispánica de posguerra: las líneas filopostistas y pánicas. Ory, Chicharro, Carriedo, Cirlot, Labordeta, Pino, Arrabal, Serra, Beneyto, Crespo, Nieva, Pizarnik, Cela son la clave de esa poesía. Y con ellas sus atmósferas poéticas: relatos negros, poemas en prosa, aforismos, poemas lúdicos o apocalípticos, poemas experimentales, interés por las artes, y toda la línea de una geografía del imaginario: El Bosco, Swift, Carroll, Lautréamont, Schwob, Jarry, Wagner, Michaux».

En definitiva, una lectura imperdible (no porque no puedan perder el libro, si no porque no querrán perdérselo) de uno de los pocos postistas practicantes que quedan en nuestro panorama literario. Simplemente, no hay nada igual. Leedlo, y luego, como dice Raúl Herrero «si os atrevéis,/ poned un huevo».

A continuación, un par de poemas para vuestra degustación.

 

La poesía prendida de mi chaqueta como una tortilla babosa

Desde que nos reconocimos

se han despintado hartos días.

Durante las estaciones

mi voz durmió en noche sin luminarias.

Tal vez mi ausencia sea fruto

de la pereza, el tedio o la resaca;

los sucesos y las formas

buscan su curso sin reparar en la esperanza.

Hemos atravesado algunas décadas,

si bien, el aire todavía penetra en nuestros sesos; pero nos sentimos desamparados,

como gleba segada

o relojes que modifican la hora a su antojo.

Llegó el momento de preguntarnos

si tanto ruido, tanto empeño,

mereció el esfuerzo y la limadura de azogue.

Como pollos sin cencerro, como cabras sin cabeza

descabalgamos obre estiércol baldío

a cambio de aplazamientos fugaces.

Pero seguimos en pie, como fardos de sangre,

más como espectros de memoria que como vivos;

a pesar de los ultrajes,

las felonías y las melancólicas deserciones

seguimos encaramados a las ubres.

La música suene en el laberinto.

Así que pongámonos el sombrero,

de nuevo,

para preservarnos de los farsantes

y también de la lluvia;

recobremos el calzado para nuestros pies;

abotonémonos el pecho y la camisa;

con fuego inflemos los bolsillos de la chaqueta;

y, con una mueca despreocupada,

traspasemos unidos, de nuevo,

el umbral de la desdicha.

Y, por cierto,

el sol empieza a obscurecerse.

 

 

Tip y Coll hablan a Marte desde los estudios de Radio Exterior de España

(Homenaje a calzón quitado)

 

Señoras y señores marcianos:

Llamamos a su puerta para confesarles la verdad,

– el caramelo de los ecos-,

toda la verdad, y también lo que se tercie.

Sería hermoso que padres e hijos,

aunque no se conozcan entre sí,

acudan en manada a los soportales

entonando aquello que mascullaban nuestros abuelos:

“Chismín chismanchas, parapachín chinchán”.

Ustedes, ujieres de Marte, que desisten

porque se escoran hacia lo desahogado de la sisa,

nos recuerdan tanto a nuestras tías,

que eran una y ciento;

unas tías que eran como hermanas,

y que nos ofrecieron tres o cuatro muestras de cariño

que para ustedes las quisieran.

Por eso les exigimos la paga y la leche que es propia.

Como mentes preclaras de nuestro planeta

hete aquí que aquí estamos

con el propósito y naturaleza

de descorcharles las dudas

-las bilis de las tinieblas-;

aunque lo dicho hasta el momento

nos lo debiéramos haber callado.

A lo que veníamos:

¿son ustedes de felpa o de Socuéllamos?

Tal vez algunos marcianos,

por falta de desenvoltura

o porque se les reverdecen las ingles,

ignoran los prolegómenos que son menester

para contraponerse una chaqueta en condiciones,

es decir, sobre los hombros o nalguitas superiores.

Por ejemplo, nosotros, en nuestro interior,

lucimos estos tergales

desde hace veinte años bisiestos,

porque en aquellos tiempos

apenas se estilaban los pantalones;

lo que movió unas gripes legendarias.

Y visto lo visto,

introduzcámonos en el grano.

Y ustedes, ¿cuántos son de familia?

 

Sombra salamandra (Poesía supersónica), de Raúl Herrero, Ed. Libros del Innombrable, 2016.

 

Más información sobre el artista y la editorial:

http://www.librosdelinnombrable.com/  y  http://raulherrero.blogia.com/

https://www.facebook.com/librosdelinnombrable/

Reseña por Esther Lapeña.

 

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