«Píldoras de Papel» de Ana P. Moya, reseña por Manuel Guerrero

POESÍA: MEDICINA DEL POBRE

Me indigesto con píldoras de papel,

cápsulas-poemas que se refugian

en mis caóticos cuadernos

para encadenarme a la cordura.

 

Estas son las primeras palabras de Píldoras de papel de la cordobesa Ana Patricia Moya, con las que, casi a modo de aviso de una caja cualquiera de pastillas farmacéuticas, nos informa de que solamente hay sensatez en la expresión poética, presentada como «medicina del pobre», tanto por la escasez de recursos como por la del espíritu. En este poemario, más allá de lo tangible, se habla de lo anímico en cuatro partes («Sonámbula», «Peter Pan y sus fantasmas», «Eso extraño que llaman amor» y «Mi corazón es una tundra»).

«Sonámbula» es la comunicación de una angustia de hace diez años, cuando la poeta nos lleva a 1998 para enunciar sin dudas: «no hay tregua / para el corazón resquebrajado» y, en el alarde fundir el suelo y el ánimo, del vómito a la soledad del cuarto del baño, se afirma que se va a «cortar de raíz / con todo». En esta primera parte del poemario, las píldoras dejan de ser un elemento químico para convertirse en cápsulas-poemas, con textos en los que la autora intensifica los cierres, como cuando has de engullir la pastilla y llega la sensación de alivio de que ya ha pasado la garganta, la mejoría hace olvidar lo duro de tragarla; así ocurre con «Ciudad angustia», la que huele «a ilusiones trituradas por mi poca valentía, por mis escasos recursos, por mi puta mala suerte», pero en el que se presenta la autoafirmación («ser yo misma tieme un precio muy caro») para concluir con lo indisoluble: «Porque yo no puedo escapar de ti, Ciudad Angustia, / y tú de mí, tampoco». Ya le ocurría en sus anteriores poemarios: Moya convence en su poesía paraaforística, aquella breve que, como dijera Roberto Arlt, «encierra la violencia de un cross a la mandíbula» en su intenso mensaje, en su desgarrado lirismo, y que encontramos también en Píldoras de papel. La cita de Arlt viene perfecta para traer un par de muestras de los «Asaltos», que :

 

No temas jamás a tu oponente.

Tu mayor enemigo: . (III)

 

Hasta el último aliento.

Ganes o pierdas, eres el campeón. (IV)

 

Exorcizada la angustia anterior, tenemos en «Peter Pan y sus fantasmas» una manifestación a lo creíble, o real, de los personajes y héroes idealizados de Disney, lo que resulta una magnífica sátira sobre los sentimientos.

 

No encuentro placer alguno en joder a alguien,

pero en la moderna selva urbana de hipócritas redomados,

carente de valores e ilusiones,

sólo te queda cambiar el papel de buena de la película

por el de la malvada y astuta hada madrina.

 

La felicidad con la que acaban los cuentos de Disney es falsa y en ello le va la niñez, de ahí el título de «Peter Pan» para enunciar este segundo bloque de poemas, un conjunto coherente y muy bien resuelto, desgarrador que dibuja en el rostro, el espejo del alma, una sonrisa torcida (que la propia autora refiere en uno de los poemas de la primera parte), «la mueca de lo que soñamos ser» que decía el tango de Discépolo.

 

Sí, yo le he arruinado la vida a Peter Pan

y a sus secuaces,

pero él me traicionó

me traicionó

porque no existe el refugio de la felicidad eterna

            porque no puede ser niña para siempre.

 

Igual lo expresa en dos de los mejores poemas de Píldoras de papel: «Princesa con bata y pelos revueltos», en un contraste en dos estrofas entre la niñez en que «reía» y la «madurez forzada» en la que no es feliz; y «La ratita hartita de toditos los ratoncitos», expresión máxima del genial sarcasmo de la autora sobre al amor y la literatura, que se demuestra en estos violentos y, al mismo tiempo, sensibles versos:

 

Por supuesto, le partí el cráneo al ratón con mi libro.

Luego, me lamenté por haber manchado la cubierta

de sangre oscura, como la voluntad del amante.

 

Además de los personajes citados, también están, entre otros, Blancanieves, Cenicienta, Caperucita, Dorothy y Totó, Pepito Grillo, los (cinco) cerditos y Alicia. Esta última es un paradigma de la locura, que ha de renunciar al país de las maravillas mediante un tratamiento psiquiátrico, lo que parece establecer una conexión con la autora, quien se pregunta si realmente Alicia estaba chiflada para responder:

 

Simplemente le afligía habitar

entre la contaminación atmosférica,

comida basura, primas de riesgo,

príncipes y princesas desleales,

hipotecas, miserias

y poetas nihilistas.

 

El cierre de esta sección es un «epílogo», lo que sucede tras el cuento. Moya aquí lo tiene clarísimo: «que se queden encerrados en sus fábulas». Sin embargo, no será así, pues retomará estos motivos en la última sección del libro.

 

La tercera parte, «Eso extraño que llaman amor», es un canto al desamor, pues este es el hilo conductor de los ocho poemas que lo componen.

 

Preguntas que dónde está el corazón

 

Me sorprende que todavía no lo sepas.

Para ti, lo tengo entre las piernas.

 

Finalmente, aparece la sección «Mi corazón es una tundra», como suerte de resolución de las tres partes anteriores, en los que cada poema parece contener aspectos de cada una. Con «Destroza mis entrañas», dos textos sobre la validez o eficacia de la poesía, Moya ofrece un fantástico colofón a Píldoras de papel, pues vuelve a recordar que es una medicina para el pobre de espíritu («Sólo nos queda escribir […]/ para dar sentido a tanto dolor») y, con alusión a la falsedad de poetas del nuevo compromiso, de recursos («porque te dan igual las colas kilométricas / de los comedores sociales, / la privatización sanitaria, los desahucios»). Y es que esta doble vertiente ha sido la expuesta en todo el conjunto, ya que la vida no es un cuento de ensueño; por eso, se lucha y se sobrepone a las dificultades:

 

la esperanza se extingue

pero yo

aún erijo mi espalda

aprieto los dientes

y armada tan sólo con una paciencia salvaje e indómita

yo sobrevivo

por orgullo

por terquedad

no lo sé…

 

Pero sobrevivo.

 

 

Reseña de Manuel Guerrero

 

Ana Patricia Moya (Córdoba, 1982). Estudió Relaciones Laborales y es Licenciada en Humanidades por la Universidad de Córdoba. Es directora de la Editorial Groenlandia, especializada en publicaciones digitales. Ha publicado los poemarios Bocaditos de realidad (2012), Material de desecho (2013) y Píldoras de papel (2016), y el libro de relatos Cuentos de la carne (2009).  Sus poemas y relatos han aparecido en distintas publicaciones, digitales e impresas, de Europa e Hispanoamérica y también ha obtenido distintos premios por sus obras. Escribe en el blog «(H) amor y (H)Asco se escriben con (Hache).

Manuel Guerrero Cabrera (Córdoba, 1980). Es profesor de lengua y literatura, articulista y poeta, y realiza, desde la Asociación Cultural Naufragio, una importante labor de difusión cultural en el sur de Córdoba. También posee un espacio semanal sobre literatura en Radio Lucena con el nombre de “Siempre hay tiempo”, y es director y presentador del programa mensual de literatura “La voz a ti debida en Radio Atalaya de Cabra.  En su web personal, podréis encontrar información actualizada de su biobibliografía, sus obras, su presencia en medios y redes, así como podréis acceder a su blog.