La muerte del padre es el motivo de este Células en tránsito, el último de una serie de inquietos poemarios de Nuria Ruiz de Viñaspre. A partir de ahí, el dolor y la constatación de la ausencia son los dos temas principales del libro.
De relieve se pone un registro expresionista, que ya manejara Viñaspre en obras anteriores. Sin embargo, en esta ocasión, se ajusta a la perfección a la expresión lírica del poemario. La autora aterriza desde el primer momento todo el dolor en el cuerpo (fijémonos en el título). Así, dota de materialidad a los sentimientos y remarca la condición física de la existencia. A pesar de la exposición lírica y emocional, el fallecido solo aparece referido como «el padre». Por tanto, se busca un distanciamiento en su mención, como si el «yo» quisiera tomar distancia al escribir sobre él.
Asimismo, sobresale el estado de shock desde el cual se enuncian los poemas, los cuales están muy determinados por la afectación. Esa situación, igualmente, dispara las preguntas existenciales. La desilusión, la frustración, la apatía y el desconcierto, además del citado dolor y del sentimiento de pérdida son las estacas en las que se van aferrando los textos. La escritora se centra en la vivencia emocional de esos días, pero se escuchan los actos y acontecimientos que rodean socialmente a un fallecimiento. El recuerdo también marca muchos textos, pero la autora no busca la recreación sino plasmar el dolor ante la falta al rememorarlo. En varias ocasiones, aparece la idea de la circularidad de la vida.
A nivel formal, Viñaspre continúa presentando muchas veces las oraciones como yuxtaposición de sintagmas (y sin emplear artículos cuando son nominales). Recrea así la impresión de fogonazos a la hora de nombrar la realidad, lo cual nos lleva al aturdimiento y a la aprehensión de modo no lineal de esa realidad por parte de quien la percibe. Igualmente, continúa la poeta empleando estructuras rizomáticas, esta vez muy apoyadas en los paralelismos y en las repeticiones. Todos esos procesos lingüísticos resultan muy interesantes.
Finalmente, hay que señalar que el libro se cierra con un largo poema, titulado «Poema incorregible». Esta constituye la pieza más sobresaliente de todo el volumen. En ella, mezcla tonos y registros y otorga mayor peso al simbolismo. Sin duda, supone un excelente cierre para un poemario interesante.
POEMA INCORREGIBLE
Sin amor nada se puede
ni siquiera morir se puede sin amor
(Vladimir Holan)
¡Cómo es la muerte! Te clava los ojos -que ya no son tuyos- a un punto extraño de una habitación que tampoco es tuya, y ese mismo punto que te está mirando te inmoviliza hasta la expiración completa. Los que aquí quedamos nunca sabremos qué puntos son esos que los de allí ven con tanta claridad.
Ver cómo el padre miraba ese punto. Seguir la trayectoria de sus ojos fijos y ver que miraba una luz que le miraba fijo. Era una luz incandescente. La luz de emergencia de cualquier hospital. La luminosa muerte iluminándole. La luz que quemó su último sueño. El sueño del Fuego.
A las dos y cincuenta y uno de un día trece del mes más cruel, escribir cómo nos mira la muerte pero no concluir nada, porque la muerte nos rapta antes de concretar nada,
solo la muerte es inconcreta
vivir la muerte del padre
literal y literariamente te inconcreta
quedarse a solas con el padre a solas
el mundo desmundado al otro lado
al otro lado el río
y al otro del otro su cadáver expuesto
nunca expuesto
después
la quietud del silencio
los pegados labios indecibles
el pectoral izquierdo sobresaliente
como si la esperada muerte súbita
le cogiera con el aire levantado
como si el corazón le hubiera estallado
de amor correspondido
y fuera ahora una cordillera inmóvil
las no horas infravaloradas de ese órgano
el plástico en el que envolvieron su cuerpo líquido
recorriendo mis manos
el sonido de mis manos chocando contra el plástico
la dureza de su mandíbula deshaciéndose por lágrima
mis manos caminando como un ciempiés por cada músculo frío
cada centímetro detenido
cada célula muerta al fin
no sé cómo escribir la muerte
sí puedo escribir que un apellido tumbado tumba tu nombre
pero tú no eres nada
-me digo-
tu nombre solo es un nombre
anclado a tierra
pala cuerda y escaleras hacia el cielo
panteones que se alzan como construcciones hacia abajo
¿escalar hacia lo profundo es incalar
o recalar?
qué trabajo más extraño
el de levantador de tapas de ataúdes
echador de tierra en tierra
albañil que abre y cierra tumbas
y alquila y vende horizontales casitas
de madera
mis pies están enterrados
en dos cubos de cemento
mientras una cigüeña dibuja en el cielo su futuro nido
-hay una cigüeña sobrevolando a tu padre- me dices
quiere anidar vida sobre su caja féretra
yo miro la caja y la caja duerme
a orillas de un mar que ahora es río
su rostro se serena al sentir el vuelo cigüeñal
y el cielo deja de mover nubes
papá ha muerto
ha entrado un bosque en la habitación
y ahora hablo a solas en el cuarto
hablo y digo en alto papá ha muerto
las paredes se han agrietado
las células han transitado de un lado a otro
de un latido a otro de una nube a otra
me ha movido de una pared a otra
de la habitación
estaba escribiendo la palabra nube
mientras le tocaba la frente y le decía
-¿que miras tan fijamente papá?
pero él ya no me oía
solo miraba esa luz que le miraba fluorescente y calva
mientras su voz pedía que sentaran
su cuerpo para tocar la tierra con sus pies alados
tras tomar tierra descansó
con esa cigüeña-madre sobrevolando su cabeza
y sus aladas patas ya atadas
después el golpe seco
-dulcísimo pero seco-
su pierna cayendo de la cama
resbalando sin latido
como resbala el agua de la fuente o de la frente
mi ralentizada mano recolocando
su fémur mientras el mundo se paraba
su muerte me ha pillado
escribiendo
su
muerte
se han muerto sus brazos en mis brazos
en mis únicos brazos
en mis huérfanos brazos
qué quieto se queda el aire en ese abrazo
qué quieto se queda todo
qué silencio y qué tanto tan a solas
me duelen los dientes
del olor a mentol quieto y a asepsia
de tocar su traje nuevo plastificado
de seguir la trayectoria de sus huesos
de buscar contornos y formas
de tocarlo todo
hasta la toalla que amorosa sostenía su aorta
como si mis manos tuvieran que palpar su muerte
para ver que era real sin ser ya real
para volver a dibujarlo todo en la cartografía de mi mente
y sentir la soñada y fina lluvia
que pulverizó todo y a todos dentro de la casa
no quiero corregir este poema
quiero que permanezca tal cual fue visto y descrito
no quiero corregir su muerte
no quiero corregir su vida
es mi último acto de amor
incorregible
Reseña y selección de poemas: Alberto García-Teresa
Obra: Células en tránsito, Nuria Ruiz de Viñaspre, La Palma Editorial, 2018.
Alberto García-Teresa (Madrid, 1980). Doctor en Filología Hispánica. Ha sido coordinador de la revista de crítica Hélice, codirector de Jabberwock, y redactor jefe de la revista Solaris. Ha escrito y escribe crítica literaria/teatral en diferentes medios como Diagonal, Viento Sur, Gigamesh, Culturamas, República Cultural, Ariadna-RC o Bibliópolis, entre otros. Es autor de los poemarios Hay que comerse el mundo a dentelladas (Tenerife, 2008), Oxígeno en lata (Tenerife, 2010), Peripecias de la Brigada Poética en el reino de los autómatas (Umbrales, 2012), Abrazando vértebras (Baile del Sol, 2013) y La casa sin ventanas (Baile del Sol, 2016). Más información en su web: www.albertogarciateresa.com
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