Karl Wolfskehl nació en el seno de una familia aristocrática judía en Darmstadt, Alemania, en 1869. Fue hijo del banquero y político Otto Wolfskehl, quien dirigió la Congregación Judía, la Cámara de Comercio y fundó tanto el primer hogar para mujeres docentes, como el primero para personas en condición de discapacidad física. En el Darmstadt actual, una calle y un parque -hogar de algunas herrumbrosas pero fascinantes esculturas-, llevan el apellido de los Wolfskehl para celebrar la filantropía del padre y el arte poético del hijo.
Karl estudió filología germánica y cursó humanidades en Leipzig y Berlín. Para cualquiera iniciado en su obra, sorprende poco que haya obtenido su doctorado con una disertación sobre la mitología alemana, dado que este fue un tema frecuente en las tertulias de su círculo primero; en el que se encontraban artistas como el pintor Paul Klee, el músico, médico y teólogo Albert Schweitzer y por supuesto, el poeta Stefan George, con quien forjaría una duradera amistad y a través del cual, llegaría a conocer a otros ineludibles artistas de su época como Rilke, Kandinsky, Alfred Kubin y Thomas Mann.
En 1898 Wolfskehl contrajo matrimonio con Hanna de Haan, hija de un reconocido músico y conductor de orquesta alemán, con quien tuvo dos hijas poco después, Judith y Renate nacidas respectivamente en 1899 y 1901. Dos años más tarde, en 1903, publicó Gesammelte Dichtungen, su primera colección de poesía. En ésta, perfiló con detallada claridad los asuntos esenciales a los que volvería en la vejez y que sirvieron como argamasa para dar forma a un resguardo simbólico en el que hospedó –al final de su vida- lo que quedaba de sus anhelos y esperanzas.
Hojas para el arte
Algunos críticos acusaron injustamente a Wolfskehl de virar hacia sus raíces judías sólo cuando las primeras manifestaciones de odio antisemita se produjeron en la Alemania de 1933. Esta acusación, que no pocos se apresurarían a denominar hoy de revictimizadora, se convirtió en una cuestión central del fructífero debate antropológico acerca del arte judío a finales del siglo pasado.
Una lectura más detallada de las formas artísticas de la posguerra fue plausible gracias a la sofisticada lectura inicial de Avram Kampf y la punzante disensión hegemónica de Cecil Roth. Dicha lectura se concentró en la catarsis que atravesó el espíritu judío a raíz de las convulsiones socio-culturares que engendró la guerra y que se afirma en una estética tan diversa como los sincretismos producidos por la gran diáspora judía moderna.
Desde 1892 Wolfskehl fue junto con Mallarmé, Hofmannsthal y Gérardy uno de los colaboradores más asiduos y respetados de Hojas para el arte; publicación sumamente exclusiva, dirigida por el poeta Stefan George y editada sin interrupciones hasta 1919.
Durante esos veintisiete años, la mayor obsesión de Wolfskehl fue conciliar sus identidades cultural, artística y religiosa, en una obra orgánica y auténtica. La sección An den alten Wassern (Por las viejas aguas) de su colección poética de 1903, observa –con evidente influencia de Prudhomme- la estética griega y la verbosidad naturalista, pero así mismo, comienza y concluye con un bellísimo salmo. Incluso antes, en 1897, Wolfskehl hizo imprimir una primera versión privada de Ulais: Der Blätter für die Kunst. Obra que sólo repartió entre algunos de los colaboradores habituales de Hojas para el arte (y recuperada recientemente a través de las ediciones alemanas de Forgotten Books (2018) y Hansebooks (2020).
Tanto en dicha obra como otros numerosos artículos, abordó la evolución histórica de la construcción cultural germana a partir de las tradiciones helénica y judía. Esto lo llevó a postular en 1910 el concepto de la “Alemania secreta” que, como explicó Carmen Gómez García (2011) no aludía a una “sociedad secreta que dispusiera de una estructura política, sino a una minoría intelectual, artística, espiritual, formada en el signo de [Stefan] George” y que bajo la “influencia de Nietzsche y Johann Jakob Bachofen –redescubierto por Wolfskehl-, partían de la concepción dualista entre lo apolíneo, que anticipaba a Cristo, y la fuerza vital de lo dionisiaco”.
Los materiales del mañana
La desintegración de lo que podríamos denominar el “Círculo de George”, o de lo que en esencia fue un grupo de jóvenes artistas que compartían una intensa crítica al racionalismo pragmático y la industrialización, comenzó en 1914 con el estallido de la Primera Guerra Mundial. Fueron muy diversas, por ejemplo, las posiciones adoptadas frente a la guerra por los colaboradores de Hojas para el arte.
Mientras Hofmannsthal confiaba en que la guerra “alumbraría una nueva Europa: el nacimiento de una nueva autoridad, un imperialismo espiritual, no de poder” (Ramas San Miguel, 2019) y George guardaba silencio ante la conflagración -aunque la consideraba “denostable por alejarle de sus jóvenes discípulos” (Gómez García, 2011)-, Wolfskehl se mostraba a favor del levantamiento armado de Alemania. Inclusive llegó a escribir, junto con el crítico literario Friedrich Gundolf, una dura respuesta a la Carta abierta que el pacifista Romain Rolland publicó censurando el sinsentido de la guerra, la postura pro-bélica de Gerhart Hauptmann y pidiendo a los intelectuales alemanes
manifestarse contra el conflicto.
Wolfskehl fue –como muchos- una víctima de su propio entusiasmo patriótico: La inflación producida por la derrota de Alemania lo llevó a perder gran parte de su fortuna en 1919. En muchos sentidos, la publicación de Der Umkreis (El círculo) en 1927, es notable por cuanto resulta ser una lánguida noesis retrospectiva sobre los años previos a la guerra; sus promesas imposibles y el oropel de sus azares. Desde 1926 tuvo entonces que dedicarse también a componer pequeños ensayos y reseñas para revistas radiofónicas (que serían reunidos luego, en 1930, bajo el título Bild und Gesetz (Imagen y norma)). Pero en abril de 1933, Wolfskehl fue expulsado tanto de la editorial Knoor & Hirth, de cuyo consejo que había sido miembro desde 1928; como del Rotary Club de Múnich, que había cofundado en 1929. Aterrorizado además por el incendio del Reichstag, Wolfskehl decidió huir a Suiza en febrero del mismo año y luego a Italia en 1934, donde trabajó como tutor privado y periodista.
Stefan George y los pocos miembros del Círculo que aún quedaban en Alemania tras la radicalización de la violencia antisemita a finales de la década del 20, fueron involucrados con la ideología nacionalista que representaba el nazismo. Es acertado decir que incluso se manipuló la figura de George descaradamente a favor de los intereses del fascismo, dado que el poeta nunca se pronunció a favor o en contra del régimen. Probablemente porque al menos la mitad del grupo de discípulos que le acompañaron durante sus últimos años se había acercado a la ideología hitleriana. En diciembre de 1933, después de haberse afincado en Suiza y de rechazar los elogios y las ofertas culturales de la cancillería alemana, George falleció producto de un ataque cardiaco.
A su entierro asistieron veinticinco amigos (Hoffmann, 1992), entre los que se destacaban particularmente Wolfskehl y los hermanos Stauffenberg, quienes años después, inspirados en la poesía de exilio de Wolfskehl y de su concepción de la “Alemania secreta”, llevarían a cabo el atentado del 20 de Julio de 1944 contra Adolf Hitler, conocido popularmente como Operación Valquiría.
Inmediatez y soledad
Wolfskehl conoció a Margot Ruben en 1932 gracias al economista y también miembro del Círculo, Edgar Salin. En vista del peligro que el nazismo representaba para los judíos en Alemania, Ruben aceptó la invitación de Wolfskehl para acompañarlo a Italia y trabajar allí como su secretaria. Sin embargo, en 1938 debieron emigrar de nuevo debido a la violencia fascista del régimen de Mussolini; así fue como llegaron a Nueva Zelanda.
Y aunque ya había vivido los angustiosos pormenores de un primer exilio, la ruptura con Europa significó un duro golpe para el poeta. Su mala situación económica y lo costoso que resultó el viaje, obligó a Wolfskehl a venderle al editor judío Salman Schocken los más de 8.000 volúmenes de su preciosa biblioteca. Los libros fueron trasladados a una edificación en Jerusalén, diseñada específicamente por el arquitecto Erich Mendelsohn para albergarlos. Como pago, Schocken le hizo llegar una buena suma de dinero a la esposa de Wolfskehl -que permaneció en Europa junto a sus hijas-, le entregó una pequeña suma al poeta para que este costeara su estadía en Nueva Zelanda y continuó entregándole una pequeña pensión mensual de 20 libras palestinas.
Wolfskehl fue rápidamente acogido por la comunidad intelectual de Auckland. Trabó amistad, entre otros, con los escritores A.R.D. Fairburn y Frank Sargeson. Logró conquistar el tiempo necesario para escribir algunos de sus mejores poemas y sostuvo una inmensa correspondencia (que se compone de más de 945 misivas) con decenas de intelectuales que habían huido –como él- de sus respectivos países. Además, en 1946, le fue concedida la nacionalidad neozelandesa, como se lo refirió a Margarete Collin, hermana del periodista y diplomático austriaco Otto-Pohl, en una carta fechada el 23 de Julio de ese año:
Por una semana ahora… he sido ciudadano de esta isla y por ende, un pequeño eslabón del bien común. En realidad me tranquiliza el haber encontrado un lugar, después de ocho años de haber sido un apátrida y de recibir la hospitalidad de una decente y verdadera sociedad humana.
Pero interrumpiendo el gozo exiguo que esta nueva y tranquila vida le ofrecía, la enfermedad, la soledad y la vejez sumieron a Wolfskehl en una profunda desolación final. Abrumados por la inmensa estatura intelectual del poeta alemán y por los frecuentes accidentes que sufría -debido a su cada vez más acuciosa ceguera-, sus amigos comenzaron a alejarse. Sargeson llegó inclusive a escribir en su autobiografía More than enough (1975), las razones que tenía para abandonarlo:
Hubo momentos con Karl Wolfskehl en los que pude sentirme dominado, aplastado por una inmensa civilización. Un sentimiento que había tenido a menudo y experimentado penetrantemente durante mi estadía en Inglaterra… y entonces, ahí estaba de nuevo, siendo subyugado por Europa, pero en mi propio país en esta ocasión (pp.111).
En sus últimos años, Wolfskehl había perdido la vista casi completamente. Dependía de otros para la lectura y la escritura, pero también para las actividades más básicas y personales. Era 39 años mayor que Margot Ruben y más de cuatro décadas mediaban fácilmente entre él y la mayoría de los poetas neozelandeses que lo frecuentaban. Hablaba con la absoluta familiaridad -que sólo la amistad permite- de artistas europeos, que todos a su alrededor conocían únicamente a través de libros y revistas. No solo era extranjero, sino una criatura diferente y fantástica. Su inglés era muy pobre y el alemán de muchos de quienes lo rodeaban no era mucho mejor.
Con el fin de la guerra, llegaron a su vez, muchas malas noticias. El horror de los campos de concentración recorrió el mundo. Wolfskehl, que no sabía nada de su hermano Eduard desde 1940, se enteró de su muerte en el campo de educación laboral de Heddernheim en 1943, debido a la tortura y el maltrato al que lo sometió el régimen nazi. Poco después, en Marzo del 46 falleció Hanna, su esposa, en Darmstadt. Y si bien Sargeson había dado por terminada su amistad con el poeta alemán en 1944 y con ello marcado el principio de la soledad absoluta de Wolfskehl, esto no sucedió por completo sino hasta finales de 1946, cuando Margot Ruben -su única compañía verdadera-, lo dejó para regresar sola a Alemania.
El dolor del pueblo judío; su inmediatez moral, es una de las características más incontrovertibles de la última poesía de Karl Wolfskehl. Es muy diciente que haya decidido reunir su obra poética fechada únicamente a partir de 1933. Así mismo, destaca An die Deutschen (A los alemanes), obra de 1944 que explicita la hipocresía del rechazo antisemita y que opone a los grandes hechos de su obras previas, la nueva situación desesperada del pueblo que huye colectivamente para salvar la vida.
El poeta falleció el 30 de Junio de 1948. Su cuerpo descansa desde entonces en el cementerio judío de Waikumete en Auckland y en su lápida puede leerse un breve epitafio: Exul Poeta; el Poeta en el Exilio.
Arturo Hernández González
Referencias bibliográficas:
- Schlösser, Manfred. Karl Wolfskehl: Eine Biographie. Erato Presse, Darmstadt (1971).
- Blumenfeld, Gerti. Karl Wolfskehl. Holocaust Centre of New Zealand (2019). Recuperado: https://www.holocaustcentre.org.nz/uploads/1/2/2/4/122437058/karl_wolfskehl_2.pdf
- Franke, Norman. Jüdisch, römisch, deutsch zugleich…?. Eine Untersuchung der literarischen Selbstkonstruktion Karl Wolfskehls unter besonderer Berücksichtigung seiner Exillyrik. Heidelberg (2006).
- Voit, Friedrich: Karl Wolfskehl: Leben und Werk im Exil. Wallstein (2005).
- Schlösser, Manfred. Karl Wolfskehl: 1869-1969. Leben und Werk in Dokumenten. (Exposición de la Biblioteca estatal y universitaria de Hesse, Darmstadt 20. 14. 1969). Darmstadt, Agora 1969.
- Gómez García, Carmen. Stefan George: Nada hay donde la palabra quiebra; antología de poesía y prosa. Editorial Trotta (2011).
- Ramas San Miguel, Clara. La idea de Europa de Hugo de Hofmannsthal (1914-1927) en el contexto de la revolución conservadora. Anales del semanario de la historia de la filosofía, Vol.36, 2019, pp. 461-476. Universidad Catolólica de Valencia (2019).
- Gadamer, Hans-Georg. Poema y diálogo, trad. de D. Najmías y J. Navarro, Gedisa (2004).
- Adorno, Theodor. Georg y Hofmannsthal. Sobre su epistolario: 1891-1906, en Crítica de la Cultura y Sociedad. Obras completas 10/I, trad. de José Navarro. Akal, pp. 171-207
- Hoffmann, Peter. Claus Schenk Graf von Stauffenberg und seine Brüder. DVA (1992).
- Sargeson, Frank. More than enough. Martin Brian and O’Keefe (1975).
- Kampf, Avram. Jewish Experience in the art of the 20th Century. Bergin & Garvey (1984).
- Roth, Cecil. Jewish Art: An Illustrated History. McGraw-Hill Book Co. – Massadah-P.E.C. Press (1961).
Arturo Hernández González. Poeta, docente, traductor y escritor colombiano. Su obra poética ha sido ampliamente difundida y publicada en reconocidos medios hispanoamericanos. Su trabajo literario ha sido incorporado en múltiples antologías, mereciendo reconocimientos y premios en Colombia, México y España. Es autor de los libros Olor a Muerte publicado por la Red Distrital de Bibliotecas Públicas (BibloRed, 2011; 2012) y Breviario de lo Incierto (2017). Dirige la Revista internacional de cultura y artes Noche Laberinto.