El poeta conocido como Paul Éluard (1895 -1952), de nombre propio Eugène Grindel, transitó por el movimiento Dada (con Tristán Tzara) y el surrealista (con André Bretón y Louis Aragon), vanguardias artísticas que ayudó a crear en el intento de construir una alternativa a este mundo absurdo y sin sentido. En La Gran Guerra (1914-1918) fue desplazado como enfermero a pesar de su débil salud.
Fue uno de los miembros más destacados del surrealismo pero Paul Eluard buscaba otros caminos, una voz y un estilo propio, sin renunciar a imágenes surrealistas y ambientes oníricos.
En 1938 se produce la ruptura con Bretón y el surrealismo, quedándose solo afirmando que el lenguaje puede ser un fin en sí mismo y no solo una herramienta.
En 1924, sin dar explicaciones, comienza una vuelta al mundo que dura 7 meses. A su regreso el poeta comienza a hacer distinción entre textos surrealistas, oníricos y poéticos, además de la diferencia entre escritura automática e intencional.
En esa época escribe y publica sus poemarios esenciales, Capitale de la douleur en 1926 y L’Amour la poésie en 1929, convirtiéndose en el poeta del amor; amor en un espacio onírico que será el lugar donde puedan encontrarse los amantes. Y con el amor, otros dos temas serán recurrentes: el miedo y el dolor.
La primera edición de “El amor la poesía” consta tan sólo de 17 poemas (‘Prohibido saber’). Años después se añadirían 3 partes (‘Primeramente’, ‘Segunda naturaleza’ y ‘Como una imagen’) con otros 65 poemas.
Inexplicablemente el traductor añade la conjunción “y” en el título, convirtiendo “El amor la poesía” en elementos antagónicos cuando son íntimos y complementarios para Eluard. A lo que se añade una traducción de cada verso como elemento unitario mientras Eluard usa el encabalgamiento de los versos dentro del poema.
Primeramente
En «Primeramente», Éluard demuestra por qué es el poeta del amor. En una serie de 29 poemas hay lugar para la ausencia de la amada, la búsqueda tras el vacío, el porvenir presentido, la espera de un reencuentro imposible y el temor tras la pérdida.
El primer poema finaliza con un proclama clara, Futuro pulverizado de besos. / Imposible injusticia sólo un ser existe en el mundo / El amor elige al amor sin cambiar de rostro (I).
Paul Eluard, desde la amargura o la desesperanza, escribe con fuerte lirismo e imágenes poderosas, algunas probablemente incomprensibles para la lógica pero no para el surrealismo donde tienen el mismo valor las metáforas extrañas y el mundo real. El amor elige al amor. El poeta elige el amor y así será en toda su poesía; El amor la poesía serán sustento de toda su escritura.
Lo afirma en cada uno de sus versos, lo comunica al mundo y a la amada, a las nubes y a las manos, Te lo he dicho para las nubes… / Toda caricia toda confianza sobreviven (IV).
El poema VII comienza con el célebre verso La tierra es azul como una naranja. Imagen paradójica que sin embargo inicia un poema de amor, Su boca de alianza / tiene todos los secretos todas las sonrisas. Boca y besos buscados, añorados, recordados, esperados, El alba se coloca en torno al cuello. Eran los tiempos del amor cuando todo era posible, Sobre los caminos de tu belleza.
El sueño es el campo de la escritura y del amor. El sueño será el territorio en el que se despliegue el amor, en el ausencia será un refugio, Y cuando tú no estás / sueño que duermo sueño que sueño (VIII).
La reunión de los amantes es posible pues el amor está por encima del olvido, ella con su manos crea el mundo, hace el amor, Te colocas en el lugar de las caricias / Te colocas en el lugar de los sueños (IX). En el ensueño perviven cuerpos, caricias, ojos, belleza, manos e incluso El vértigo en el corazón de la metamorfosis.
Cuando llega la noche, la oscuridad, la escarcha, el poeta mantiene la confianza pues ella crea el mundo al estar enamorada, Con la confianza en la pervivencia / Ella siempre está visible cuando ama (X).
Nada pueda hacer que el poeta se desvíe de su camino: mentiras, astucias, ardides, paciencia e impaciencia. En un poema de dos versos lo certifica una vez más, el binomio sueño-ojos permanece, El sueño ha apresado tu huella / Y el color de tus ojos (XIV).
Sin embargo, el miedo es un elemento que avanza silencioso, inevitablemente aparece en esta primera parte; las desgracias persiguen a la amada, aparecen en la noche oscura y ella solo tiene sus ojos y sus manos para librar esta batalla. El rayo rompe el equilibrio / las lanzaderas del miedo / dejan caer la noche / al fondo de tu imagen (XIX).
Amante y amada confluyen en el poema, ella es la luz, el día, la mirada; él es quien vela tras el cristal, el que vigila, el que espera la noche del amor, Yo te busco más allá de la espera / Más allá de mí mismo / Y no sé -tanto te amo- / Cuál de los dos se halla ausente (XXII).
Pero la separación se produce, ella lo decidió así, el poeta queda desgajado pero se lleva el amor, será el guardián de un amor que se convierte en amargura, Por separarme de mí mismo (XXV). Separación que rompe las razones de vivir, disolución del binomio amante-amada, ella caminará bajo el azar, él caminará en el desierto, He cerrado los ojos para llorar / por no verte (XXVI).
El poeta se ve perdido, sobreviviendo, golpeado por la ignorancia o la indiferencia, peor aún por el silencio de la amada. Y ya sin esperanza, queda la soledad, el imposible encuentro y el dolor, Roja enamorada / Para compartir tu placer / Yo me tiño de dolor (XXVIII).
«Primeramente» acaba con un poema de dos versos, Sería preciso que un solo rostro / respondiera por todos los nombres del mundo (XXIX).
Segunda naturaleza
Este capítulo está lleno de noche, sombra, ausencia, fatiga; el sufrimiento le lleva Allí donde negarse a vivir es inútil (I). Esta “segunda naturaleza” es la vida despojada de amor y poesía, Y sus oscilaciones / Sin haber visto nada ni nada comprendido (III). De este modo lentamente se va abriendo el camino del solitario, aparecen las palabras, se forman imágenes, reales o irreales, según se quiera, que nombran está naturaleza, Para nutrir la mortal inquietud de estar vivo / con la vergüenza sobre un fondo de gestos natales (IV). Llamar a las cosas por su nombre abre una grieta en el cárcel del destierro, se grita, se excava, se levanta el amor frente a la muerte, y son esclavos del amor / Lo mismo que se puede ser esclavo de la libertad (V).
Mas esta visión de un horizonte de amor y prisión no es tan solo inquietud, vergüenza, El terror hecho andrajos atraviesa los muros / Las pálidas llanuras imitan el frío. / Solo el dolor arde (IX). El dolor es el elemento esencial en esta ausencia, en esta prisión del corazón; aparecen amenazas, fantasmas y frío, y la mediocridad del mundo. La desesperación permanece.
Así las diferencias entre los amantes surgen amargamente, Y tú cómplice miserable / con lágrimas entre las hojas / de ese gran muro que defiendes (XI). Pero incluso desde esta amargura y silencio, el poeta mantiene la audacia y se separa de la negativa derrota, Oídme / Hablo para los hombres que se callan / Los mejores (XI).
“Segunda naturaleza” es un viaje constante desde lo oscuro hacia la esperanza, de ésta a la decepción; los poemas se llenan de cansancio, quemaduras, fatiga, Ni crimen de plomo / ni justicia de pluma / ni viva de amor / ni muerta de deseo (XVI). El desencuentro entre los amantes es claro, viven en espacios distintos, en diferentes lados del espejo.
Eluard certifica el modo radical en el que amante y amada están separados, tras esta ruptura dolorosa, en un mundo desgarrado, alejado de la burda realidad, un intangible mundo esencial, y lo hace con unos versos bellísimos y certeros, Tantos vínculos deshechos. / La flecha y la herida / La mirada y la luz / La ascensión y la cabeza / Invisible en el silencio (XVIII).
El prisionero vive en la oscuridad, la derrota, el desprecio, en el silencio obligado por la ausencia, gesticula en medio de la tormenta, con la cara golpeada por las lágrimas / han capturado al miedo y al hastío (XX).
En el último poema de este capítulo un hombre se encomienda al sol, al alba, a las nubes frente al hastío, la fatiga y el vacío, se lanza al agua como una piedra, sobre un camino perturbado por fuentes de dolor / que unas ondas eternamente renovadas purifican (XXII).
Como una imagen
Éluard escucha las palabras, investiga nuevas imágenes, Saludando un nuevo secreto / el nacimiento de las imágenes (I). Más allá de las sombras de la decepción y la soledad, el poeta empieza ver una salida, una puerta, Aquí para abrirnos los ojos / sólo las cenizas se mueven (V). Sin olvidar que los ejércitos del dolor dominan el mundo, La espuma de los tormentos aéreos la presencia / Los ataques del frente más alto de la tierra (VI).
El poeta afirma su condición de exiliado del amor, en todas parte ve signos oscuros, en las aves, en las manos, en las ruinas, La nieve y sus sollozos a lo lejos solo / La noche marchita la tierra ausente solo (VII).
Eluard usa unas imágenes poderosas y sin embargo misteriosas, Se pavonean sobre el agua / el lobo-coral seduce a la espina-sortija (X). No explica la experiencia, la proclama con sus versos, con sus metáforas surrealistas en un constante goteo del infortunio, entre dos semejantes / el lento naufragio del sueño (XI).
En los últimos poemas de esta tercera parte comienza a trasmutar el signo de las cosas, Paisaje en donde la mirada invierte de súbito el pensamiento (XII) y después de mucho tiempo un signo admirable aparece, Una boca deslumbrante / Obstinada siempre en su primer beso (XII).
Un paso más allá encuentra la salida a tanto pesar, Salgo de las cavernas de la angustia / de las curvas lentas del pánico (XIII); a pesar de encontrar las adormideras, éstas no son dominantes sino que necesitan sus sueños para sobrevivir. Resurge la infancia, la vida, los castillos tienen llaves útiles, la naturaleza desmiente las precauciones, Y un pájaro libera / el aletazo de la sorpresa (XIII).
En el último poema todo se despliega, las estaciones, la pasión, la ternura; los recuerdos son livianos, el cielo se abre, se despeja la bruma aunque pese el dolor del corazón, Y todo un veleidoso penacho / lleno de sonrientes temores / y la charlatana soledad (XIV).
Prohibido saber
“Prohibido saber» comienza con la luz, Mi presencia no está aquí / Estoy vestido de mí mismo / No hay más planeta que el tuyo (I). Más no hay certeza sino ausencia, mirada de lágrimas, besos ocultos, aparición con el contraste producido por el desamor, Y el amor está en el mundo para olvido del mundo (II). Y en esa ausencia se produce la confusión, la degradación, pues amante y amada están alejados, el poeta queda confuso, Mezcla todo pensamiento con inmovilidad / insensible de su eterna presencia (V).
El hombre extenuado, al que solo le quedaba la mirada, está ahora ciego y las imágenes son tenebrosas, brumosas, Y yo someto al mundo en un espejo negro (VII). El hombre retrocede hacia el dolor, la sombra, la noche, Hacia el olvido de la fuerza y de todas sus formas / Y tu sombra es una cerradura (VIII).
Prohibido saber
Los últimos dos capítulos comparten título: “Prohibido saber”. Si en el primero predomina lo oscuro (la noche, el sueño, la sombra), en el segundo aparece el poeta hablando en primera persona, redimido del sufrimiento, superado el dolor, abre una ventana al amor, Un nuevo astro del amor se eleva por todas partes (I). Atrás quedan los tormentos y las tormentas, esperanzas y desesperanzas, La perspectiva no significa nada para mí / mantengo mi lugar / Y no puedes alejarte (V).
Las imágenes de los poemas se suceden sin misericordia, La crucifixión histérica / y sus senderos quemados (VII), entre lo que el poeta es y lo que no puede ser, entre la distante amada y el dolorido amante, Tú vas de una cosa a otra / Por el camino más corto el de los monstruos (VII).
El poeta espera aún la última palabra, más allá del reino de las sombras, la mirada ya es otra, continúa la búsqueda, desde la soledad hacia el otro. Así lo afirma en el último poema: Los he apresado acaso con demasiada facilidad / He sometido a sus fantasmas a reglas de excepción / Sin saber que debía reconocerlos a todos en ti / Que siempre desapareces para de nuevo aparecer (IX).
En 1966 Éditions Gallimard publica “Capitale de la douleur (suivi de) L’amour la poésie”, sus dos obras centrales con un prólogo, de André Pieyre de Mandiargues, titulado “A propósito” (À propos) que comienza con las siguientes palabras:
“Hablar a los hombres el idioma de todos los hombres y, sin embargo, hablarles un idioma completamente nuevo, infinitamente precioso y simple, pero como el pan de la vida cotidiana, ningún poeta, antes de Eluard, lo había hecho de forma natural. Transformando la mirada de alegrías y dolores comunes a todos en una especie de oro virgen, resaltando su esplendor único, Éluard supo hacerlo con más intensidad y soltura que nadie. El amor la poesía, este título (que me parece increíblemente bello), ¿no es la fórmula exacta que, cortando imperiosamente la vida, te permite renovarse? La mayoría de los poetas han celebrado el amor. ¿Cuántos son, reflexionando, que siempre lo han llevado consigo y que han permeado su obra a la manera de Eluard? Capital del dolor, El amor la poesía, veo en estos libros imágenes de la vida en común que a través del amor se vuelven poéticas, es decir, iluminadas.”
Reseña: Enrique Arias Beaskotxea
Obra: «El amor la poesía», Paul Eluard, Ed.Visor, 2013.
Enrique Arias Beaskoetxea (Bilbao, 1958) tiene varios poemarios publicados en revistas digitales de literatura de España (Cervantes Virtual y Poemaria) y Francia (Revue d’art et de littérature, musique). Asimismo ha colaborado en publicaciones de España (Ágora , De sur a sur , 3D3 y Galeradas), Colombia (Túnel de letras), Venezuela (Letralia) y Estados Unidos (Furman217). Libros publicados: La lejanía de las cosas (Ápeiron Ediciones, 2017), Visible-Invisible (Editorial maLuma, 2017), Un mundo, una atmósfera (Ediciones Ruser, 2019) y Condición terrenal (Editorial Literarte, 2019). Más información en su web: https://enriquearbe.wordpress.com/.
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