Recordando a la maestra del relato corto Alice Munró, por Enrique Arias Beaskoetxea

Cuando Alice Munro obtuvo el premio Nobel, los académicos la denominaron “maestra del relato corto”. El short story (relato corto), aquí más conocido como cuento, tiene una larga trayectoria en América del Norte (EE. UU. y Canadá); siendo ella la primera canadiense en ganar el premio, los críticos no la compararán con alguno de los autores de su continente sino con con los europeos. Así se la suele comparar con Maupassant, Borges o Chejov.

Tal vez sea con Chejov donde más claras se vea la visión compartida del cuento. Alice Munro es capaz de sacar de una mínima anécdota, la más profunda entidad del personaje; habitualmente son mujeres pero no escribe para mujeres. sino que escribe desde su perspectiva femenina sobre el personaje femenino que tiene sus propias características vitales. No necesariamente coincide con la biografía propia, clásico error del crítico, sino que cada personaje es una mujer única, que coincide en el sexo pero no en la trayectoria vital ha convertido a esa mujer en alguien inconfundible.

Munro toma a su personaje en sus manos y lo desbroza lentamente –esos pequeños gestos, hábitos, gustos y disgustos– para extraer una visión en el mundo, una forma de estar y enfrentarse a los problemas vitales, tal vez coincidentes con cualquier mujer, pero que cada sujeto traduce en una forma propia de ver el mundo y por lo tanto comportarse ante él. Cada personaje es una mujer singular que tiene sus propias esperanzas o decepciones, infancias memorables o desestimables, apuros económicos o suspiros amorosos,  pasiones y derrotas que lo convierten en un ser único.

Casi se puede escuchar los pensamientos del personaje, los latidos, el ensueño, las esperanzas sin que la protagonista diga más que una pocas palabras. Mientras tanto, Munro nos ha envuelto con su prosa situando al carácter en un espacio/tiempo que dice tanto o más que el dialogo interior.

Esa característica de Munro, ir de lo grande a lo pequeño, la convierte en la mejor de las psicólogas de sus protagonistas, a las que deja hablar, divagar, avanzar y retroceder, hasta que aparece una decisión, a veces casi una epifanía, que siempre había estado allí.

Como en Chejov, parece que el tiempo se ralentiza a la espera de esa decisión, entonces Munro con unas cuantas pinceladas hace que la protagonista avance años en su biografía para encontrarse consigo misma, con la misma visión, pero ya desde una perspectiva distinta. Como a Chejov, no le interesa la épica sino el pequeño gesto, trascendente, el olor de una flor, la cortina movida por el viento, el suspiro del personaje que dice todo aquello que le conmueve en ese instante preciso.

Fragmento de «Los mártires de Toldpudlle» del volumen «Secretos a voces».

El día que murió la señorita Tamblym, dio la casualidad de que Louisa estaba en el Commercial Hotel. Por entonces era representante de una empresa que vendía sombreros, encajes, pañuelos, adornos y ropa interior de señora a minoristas. En el hotel se enteró de la historia y pensó que iban a necesitar a otra bibliotecaria. Empezaba a cansarse de ir cargada con los modelos de tren en tren, de un sitio a otro, de enseñarlos en los hoteles, de hacer y deshacer maletas. Así que fue a hablar con quienes estaban al cargo de la biblioteca. El señor Doud y el señor Macleod. Así se llamaban. Por su forma de hablar, parecían actores de vodevil, pero no por su aspecto. El sueldo era pequeño, pero tampoco le iba demasiado bien cobrando a comisión. Les dijo que había terminado la enseñanza media, en Toronto, y que había trabajado en la sección de libros de Eaton’s antes de dedicarse a ser representante de comercio. No consideró necesario añadir que sólo llevaba allí cinco meses cuando descubrieron que tenía tuberculosis y que después tuvo que pasar cuatro años en un sanatorio. Al fin y al cabo, se había curado: no tenía manchas.

La dirección del hotel la instaló en una de las habitaciones para clientes permanentes, en el tercer piso. Desde allí veía las montañas cubiertas de nieve por encima de los tejados. El pueblo de Carstairs estaba en el valle de un río. Tenía unos tres o cuatro mil habitantes y una calle mayor que iba cuesta arriba. Había una fábrica de órganos y pianos.

Las casas estaban construidas para durar toda una vida, los patios eran amplios y las calles estaban flanqueadas por arces y olmos antiguos. Nunca había estado allí cuando había hojas en los árboles. Debía ser muy diferente. Lo que ahora quedaba al descubierto estaría oculto. Se alegró de poder empezar desde cero; se sentía tranquila, agradecida. Había empezado desde cero otras veces y las cosas no habían salido como esperaba, pero creía en las decisiones rápidas, en la intervención imprevista, en el carácter único de su destino.

El pueblo estaba lleno de olor a caballos. A medida que se aproximaba la noche, grandes caballos con anteojeras y cascos emplumados tiraban de los trineos por el puente, pasaban junto al hotel, bajaban por carreteras oscuras, donde no había faroles. En alguna parte del campo perderían el sonido de sus cascabeles.

Y de ese modo, también conmueve al lector que sin apenas darse cuenta ha ido buceando en la psicología de la protagonista de la mano suave de una escritora que ama y compadece a sus personajes, o acompaña y padece con ellos; y todo ello lo hace con una prosa clara y limpia que envuelve al lector en un suave trayecto interno, un conflicto esencial o tal vez insignificante, que también se está produciendo en el lector, provocando una doble conmoción, estética por su literatura y vital por identificación sensible.

Solo en la mano de los grandes autores está la posibilidad de trazar ese doble camino, la excelencia literaria y la estremecimiento del lector. El lector ya no recuerda premios ni medallas literarias, el lector está frente a ese pathos en comunicación directa con la literatura más pura.

 

Autora: Alice Munro (Wingham, Canadá, 10 de julio de 1931 – Ontario, 13 de mayo de 2024)​.

Obra: Los mártires de Toldpudlle» del volumen «Secretos a voces». RBA Libros, 2008.

Reseña: Enrique Arias Beaskoetxea. Extraído del blog: blogdeenriquearbe.blogspot.com/2024/05/bibliotecaria-alice-munro.html

 

Enrique Arias Beaskoetxea (Bilbao, 1958) tiene varios poemarios publicados en revistas digitales de literatura de España (Cervantes VirtualPoemaria y 3D3) Francia (Revue d’art et de littérature, musique). Sus poemas se han publicado en revistas de España (Ágora, De Sur a Sur, 3D3 y El Gato Negro), Colombia (Túnel de letras), Venezuela (Letralia y Alborismos), Uruguay (Casapais)  y Estados Unidos (Furman217 , Vuela Palabra y Baquiana). Ha publicado reseñas literarias en revistas de España (De Sur a SurGaleradas, y Odisea cultural) y Colombia (Noche Laberinto). Tiene los siguientes libros publicados: La lejanía de las cosas (Ápeiron Ediciones, 2017), Visible-Invisible (Editorial maLuma, 2017), Un mundo, una atmósfera (Ediciones Ruser, 2019) y Condición terrenal (Editorial Literarte, 2019). Escribe en el blog “Alfabeto” y cuenta una web de autor  y la página “Espace d’auteurs. RAL, M” (http://www.lechasseurabstrait.com/revue/spip.php?rubrique1253)

Ver más entradas de Enrique Arias Beaskotxea en Odisea Cultural

 

Deja una respuesta

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.