La energía viva de Sharon Jones nos abandonó hace poco más de un año. Sharon era toda una fuerza de la naturaleza, desbordaba una potencia que transmitía al público a través de su voz, sus letras y y el movimiento sobre el escenario.
Sus letras están llenas de reivindicación, empoderamiento y sabiduría vital. Su voz te toca profundamente y son muchas las alabanzas que se le pueden dedicar pero, donde quiero poner acento, es en unos de los últimos conciertos que la diva y los Dap Kings ofrecieron en Madrid allá por el 2012 en el teatro Circo Price.
Aquel mes de marzo una amiga me había dado cita en barrio Embajadores y dejó entrever que me reservaba una sorpresa. Cuando nos encontramos en una cafetería, desveló que había comprado entradas para el concierto de Sharon Jones & The Dap Kings, pero aún con las entradas en la mano no podíamos sospechar lo que estábamos a punto de presenciar.
No sé por dónde empezar a describir la experiencia sensorial que fue ver a Sharon. Durante todo el concierto no cesó el movimiento sobre el escenario ni un instante (estamos hablando de una mujer de unos 56 años).
Su manera de bailar no respondía al estilo común de seguir el ritmo con el pie o los brazos, no. Sharon se movía frenéticamente evocando a veces danzas tribales africanas. Llevaba un vestido rojizo lleno de hileras de flecos en permanente agitación. Aquel perpetuo movimiento era cautivador, el sonido de la banda te transportaba a otra era y otro lugar, y el público estaba entregado. Una auténtica gozada.
De vez en cuando entre canción y canción, Sharon dirigía al público mensajes siguiendo la línea del contenido de las letras. Sinceramente, las mayoría de las veces yo no alcanzaba a comprender íntegramente sus palabras. En un momento dado, cerca del final del concierto, dedicó unos minutos a mencionar a su madre. Acto seguido, desde un lugar muy profundo de su cuerpo y su alma, salió un grito, largo y desgarrado, estremecedor. Pensé en aquel momento que estaba viendo algo cercano al cante jondo y perdí un poco la noción del espacio tiempo hasta que, acompañada por su banda, el siguiente tema dio comienzo y todo volvió a “la normalidad”.
Al día siguiente, aún vibrando de emoción, me lancé a leer las crónicas del concierto. Sólo entonces conocí que unos días antes, ni tan siquiera una semana atrás, Sharon había perdido a su madre, aquella mujer humilde que sacara adelante a 6 hijos a pesar del yugo y castigo de un marido machista y maltratador.
Me conmocioné, me costaba concebir que en un momento semejante alguien encontrara, no sólo la energía de subir a un escenario, si no de ponerlo todo patas arriba, de entregarse y abrumarnos con su energía. Comprendí también que aquella voz jonda que me había atravesado el pecho unas horas antes, era el dolor visceral que Sharon tuvo la valentía de compartir con el público.
Dicho esto, no puedo más que invitaros a que hagáis una escucha inmediata y os dejéis contagiar por la magia de la ahora sempiterna música de los grandísimos Sharon Jones and The Dap Kings.
Diana Valenzuela (Madrid, 1983)
Más información sobre la banda Sharon Jones & The Dap Kings:
sharonjonesandthedapkings.com / www.facebook.com/sharonjonesandthedapkings/