«Células en tránsito» de Nuria Ruiz de Viñaspre, por Alberto García-Teresa

Nuria Ruiz de Viñaspre, Células en tránsito

La muerte del padre es el motivo de este Células en tránsito, el último de una serie de inquietos poemarios de Nuria Ruiz de Viñaspre. A partir de ahí, el dolor y la constatación de la ausencia son los dos temas principales del libro.

De relieve se pone un registro expresionista, que ya manejara Viñaspre en obras anteriores. Sin embargo, en esta ocasión, se ajusta a la perfección a la expresión lírica del poemario. La autora aterriza desde el primer momento todo el dolor en el cuerpo (fijémonos en el título). Así, dota de materialidad a los sentimientos y remarca la condición física de la existencia. A pesar de la exposición lírica y emocional, el fallecido solo aparece referido como «el padre». Por tanto, se busca un distanciamiento en su mención, como si el «yo» quisiera tomar distancia al escribir sobre él.

Asimismo, sobresale el estado de shock desde el cual se enuncian los poemas, los cuales están muy determinados por la afectación. Esa situación, igualmente, dispara las preguntas existenciales. La desilusión, la frustración, la apatía y el desconcierto, además del citado dolor y del sentimiento de pérdida son las estacas en las que se van aferrando los textos. La escritora se centra en la vivencia emocional de esos días, pero se escuchan los actos y acontecimientos que rodean socialmente a un fallecimiento. El recuerdo también marca muchos textos, pero la autora no busca la recreación sino plasmar el dolor ante la falta al rememorarlo. En varias ocasiones, aparece la idea de la circularidad de la vida.

A nivel formal, Viñaspre continúa presentando muchas veces las oraciones como yuxtaposición de sintagmas (y sin emplear artículos cuando son nominales). Recrea así la impresión de fogonazos a la hora de nombrar la realidad, lo cual nos lleva al aturdimiento y a la aprehensión de modo no lineal de esa realidad por parte de quien la percibe. Igualmente, continúa la poeta empleando estructuras rizomáticas, esta vez muy apoyadas en los paralelismos y en las repeticiones. Todos esos procesos lingüísticos resultan muy interesantes.

Finalmente, hay que señalar que el libro se cierra con un largo poema, titulado «Poema incorregible». Esta constituye la pieza más sobresaliente de todo el volumen. En ella, mezcla tonos y registros y otorga mayor peso al simbolismo. Sin duda, supone un excelente cierre para un poemario interesante.

 

POEMA INCORREGIBLE

 

Sin amor nada se puede
ni siquiera morir se puede sin amor
(Vladimir Holan)

 

¡Cómo es la muerte! Te clava los ojos -que ya no son tuyos- a un punto extraño de una habitación que tampoco es tuya, y ese mismo punto que te está mirando te inmoviliza hasta la expiración completa. Los que aquí quedamos nunca sabremos qué puntos son esos que los de allí ven con tanta claridad.

Ver cómo el padre miraba ese punto. Seguir la trayectoria de sus ojos fijos y ver que miraba una luz que le miraba fijo. Era una luz incandescente. La luz de emergencia de cualquier hospital. La luminosa muerte iluminándole. La luz que quemó su último sueño. El sueño del Fuego.

A las dos y cincuenta y uno de un día trece del mes más cruel, escribir cómo nos mira la muerte pero no concluir nada, porque la muerte nos rapta antes de concretar nada,

solo la muerte es inconcreta

vivir la muerte del padre

literal y literariamente te inconcreta

 

quedarse a solas con el padre a solas

el mundo desmundado al otro lado

al otro lado el río

y al otro del otro su cadáver expuesto

nunca expuesto

 

después

la quietud del silencio

los pegados labios indecibles

el pectoral izquierdo sobresaliente

como si la esperada muerte súbita

le cogiera con el aire levantado

como si el corazón le hubiera estallado

de amor correspondido

y fuera ahora una cordillera inmóvil

las no horas infravaloradas de ese órgano

el plástico en el que envolvieron su cuerpo líquido

recorriendo mis manos

el sonido de mis manos chocando contra el plástico

la dureza de su mandíbula deshaciéndose por lágrima

mis manos caminando como un ciempiés por cada músculo frío

cada centímetro detenido

cada célula muerta al fin

 

no sé cómo escribir la muerte

sí puedo escribir que un apellido tumbado tumba tu nombre

 

pero tú no eres nada

-me digo-

tu nombre solo es un nombre

anclado a tierra

pala cuerda y escaleras hacia el cielo

panteones que se alzan como construcciones hacia abajo

¿escalar hacia lo profundo es incalar

o recalar?

qué trabajo más extraño

el de levantador de tapas de ataúdes

echador de tierra en tierra

albañil que abre y cierra tumbas

y alquila y vende horizontales casitas

de madera

 

mis pies están enterrados

en dos cubos de cemento

mientras una cigüeña dibuja en el cielo su futuro nido

-hay una cigüeña sobrevolando a tu padre- me dices

quiere anidar vida sobre su caja féretra

yo miro la caja y la caja duerme

a orillas de un mar que ahora es río

su rostro se serena al sentir el vuelo cigüeñal

y el cielo deja de mover nubes

 

papá ha muerto

ha entrado un bosque en la habitación

y ahora hablo a solas en el cuarto

hablo y digo en alto papá ha muerto

 

las paredes se han agrietado

las células han transitado de un lado a otro

de un latido a otro de una nube a otra

me ha movido de una pared a otra

de la habitación

estaba escribiendo la palabra nube

mientras le tocaba la frente y le decía

-¿que miras tan fijamente papá?

pero él ya no me oía

solo miraba esa luz que le miraba fluorescente y calva

mientras su voz pedía que sentaran

su cuerpo para tocar la tierra con sus pies alados

tras tomar tierra descansó

con esa cigüeña-madre sobrevolando su cabeza

y sus aladas patas ya atadas

 

después el golpe seco

-dulcísimo pero seco-

su pierna cayendo de la cama

resbalando sin latido

como resbala el agua de la fuente o de la frente

mi ralentizada mano recolocando

su fémur mientras el mundo se paraba

 

su muerte me ha pillado

escribiendo

su

muerte

 

se han muerto sus brazos en mis brazos

en mis únicos brazos

en mis huérfanos brazos

qué quieto se queda el aire en ese abrazo

qué quieto se queda todo

qué silencio y qué tanto tan a solas

 

me duelen los dientes

del olor a mentol quieto y a asepsia

de tocar su traje nuevo plastificado

de seguir la trayectoria de sus huesos

de buscar contornos y formas

de tocarlo todo

hasta la toalla que amorosa sostenía su aorta

como si mis manos tuvieran que palpar su muerte

para ver que era real sin ser ya real

para volver a dibujarlo todo en la cartografía de mi mente

y sentir la soñada y fina lluvia

que pulverizó todo y a todos dentro de la casa

 

no quiero corregir este poema

quiero que permanezca tal cual fue visto y descrito

no quiero corregir su muerte

no quiero corregir su vida

es mi último acto de amor

incorregible

 

 

Reseña y selección de poemas: Alberto García-Teresa

Obra: Células en tránsito, Nuria Ruiz de Viñaspre, La Palma Editorial, 2018.

 

Alberto García-Teresa (Madrid, 1980). Doctor en Filología Hispánica. Ha sido coordinador de la revista de crítica Hélice, codirector de Jabberwock, y redactor jefe de la revista Solaris. Ha escrito y escribe crítica literaria/teatral en diferentes medios como Diagonal, Viento Sur, Gigamesh, Culturamas, República Cultural, Ariadna-RC o Bibliópolis, entre otros. Es autor de los poemarios Hay que comerse el mundo a dentelladas (Tenerife, 2008), Oxígeno en lata (Tenerife, 2010), Peripecias de la Brigada Poética en el reino de los autómatas (Umbrales, 2012), Abrazando vértebras (Baile del Sol, 2013) y La casa sin ventanas (Baile del Sol, 2016). Más información en su web: www.albertogarciateresa.com

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