«Tormenta de uno» de Mark Strand, por Enrique Arias Beaskotxea

Mark strand

Mark Strand (1934-2014) está considerado como una de las grandes voces poéticas de la segunda parte del siglo XX. Se ha comparado a Mark Strand con Walt Whitman, pero el individualismo de Whitman es expansivo, universal,  mientras que en Mark Strand es íntimo, personal, sobrio.

Mark Strand proviene de la generación posterior a la “poesía confesional” (Anne Sexton, Robert Lowell, Allen Ginsberg y Sylvia Plath), a los que definió: «El poeta confesional no soporta estar solo«. Para la “poesía confesional”, el objeto poético es el sujeto que escribe, su enfermedad o su sexualidad; Mark Strand no está interesado en ello, quiere captar la impermanencia de las cosas, la emoción del instante, mediante lo que la crítica ha llamado “minimalismo lírico”.

En el poema  “Dejar las cosas intactas“ (1964) fija su posición dentro del poema: Donde sea que esté / yo soy lo que falta.

En 1990 y 1991 es condecorado como Poeta laureado en la Biblioteca del Congreso. El poemario, publicado en 1998, recibió el Pulitzer al año siguiente. “Tormenta de uno (Blizzard of One) es uno de los libros centrales dentro de la obra de Mark Strand. Aparentemente es un libro sencillo con sus imágenes de la naturaleza,  con el objeto poético en un mundo deshabitado, con un sujeto entre el “yo” y el “tú. Sin embargo, posee un peso sutil de melancolía, oscuridad, secreto en la profundidad del texto.

Formalmente usa un verso largo, dividido en dos partes con una pausa en el centro. También es característica habitual usar el encabalgamiento, es decir la última palabra de un verso es la primera de una frase que continúa en el siguiente verso.

Mark Strand a menudo ha declarado su admiración por la pintura de Max Ernst, Giorgio de Chirico y René Magritte. Dedicó un ensayo monográfico a la pintura de Hopper, el pintor que dijo: «Tal vez no soy muy humano. Lo único que me interesa es pintar la luz del sol en la pared de una casa».

«Tormenta de uno»

CAPÍTULO I

En los primeros poemas del libro Mark Strand va presentando los temas que ocuparán toda su obra: el pasado perdido e irreparable, los edificios abandonados con su sombría oscuridad, los escasos momentos de introspección y el desazón por un futuro que poco puede añadir.

«La siguiente». Es un largo poema dividido en 3 partes (la arquitectura, el paisaje y la introspección). La arquitectura de nuestro tiempo serán las ruinas del futuro, el tiempo huye rápido, el deseo desaparece. Mientras tiene una visión oscura de la persona, el paisaje le ofrece una salida. La vida podría haber sido de otra forma, no es lo que se esperaba, un cuento con un paisaje que asombra y nos acoge, pero es un espejismo. Al final del camino hay que aceptar que todo se marchita, ¿Qué otra cosa nos quedaría / sino corregir lo hecho / y comenzar de nuevo, la compasión del sol al desaparecer?

Los siguientes poemas van desgranando otras preocupaciones, la impermanencia de las cosas, las preguntas sobre la poética propia y pobre el valor de una vida ausente de poesía, díganme, ¿qué es la poesía?  / ¿Puede morirse alguien sin un poco tan siquiera?

CAPÍTULO II

Este capítulo contiene los poemas más hondos y certeros de la reflexión poética. Poemas en los que el poeta pueda desarrollar toda su gama de percepción y de trabajo poético.

Los dos primeros poemas presentan dos reflexiones de la vida, opuestas pero compatibles. «Nuestra obra maestra es la vida privada». Propone un  pequeño placer, el gusto de la pequeñas cosas. Mientras esté junto con la persona deseada, hablando en voz baja, ¿para qué vivir / por otra cosa? Nuestra obra maestra es la vida privada. El poeta nacido en una isla canadiense hace constantes referencias al mar, como símbolo o imagen y, sobre todo, como forma de ser y estar en el mundo. Aprecia la belleza del momento, mientras respira el aire de la noche, toma conciencia de la existencia. Al final del camino espera un hogar con sus recompensas, De regreso a casa, el mar golpeando en los acantilados / el vaso de whiskey en la mesa, el libro abierto, las preguntas…

Mientras en «Mañana, mediodía y noche» aparece el otro rostro de la vida, el día siguiente y sus apartados temporales. Antes de abrir los ojos, el poeta rememora el mundo, lo que pudo haber sido es indiferente, lo que ocurre nos encuentra mal preparados y la llegada de la noche y el sueño nos permite regresar a lugares inalcanzables. Ser un nadador ahogado que nada, para demostrar, a nadie en concreto, cuán falsa ha sido su vida.

«Un trozo de la tormenta». Es el centro del libro, el poema en el que talento de Mark Strand convierte un copo de nieve en objeto poético alrededor del cual crece el poema. Un copo de nieve, una tormenta de uno, ingrávido, entró en tu habitación. Alguien lee en una habitación, levanta la vista y encuentra el copo en el brazo del sillón, Eso fue / lo que ocurrió. Nada más que un solemne despertar  / a la brevedad. Un despertar, cual satori budista, el momento de la percepción directa de la realidad. Un tiempo entre tiempos, un funeral sin flores. Nada más que eso. Pero la realidad no es estática sino fugaz, el agua no pasa dos veces bajo el puente, excepto por la sensación de que este trozo de tormenta, que se convirtió en nada ante tus ojos, volverá; y alguien pasado el tiempo, en la misma actitud, dirá: Ha llegado la hora… otro copo de nieve estará preparado para entrar en una habitación similar.

«Una suite de apariciones». Un conjunto de 6 poemas dedicados a Octavio Paz, aquel que dijo: “El lenguaje es la consecuencia (o la causa) de nuestro destierro del universo, significa la distancia entre las cosas y nosotros. También es nuestro recurso contra esa distancia.” («El mono gramático», 1970). La suite se convierte en una respuesta a esta cuestión filosófica.

Se conocieron cuando les encargaron una antología de poesía mexicana-estadounidense; debaten sobre cuestiones de poesía (Wallace Stevens frente a T.S. Eliot) y de política. Ambos realizaron traducciones de poemas del otro.

El poema se compone de dos preguntas sobre la sombra y la luz. Solo queda la paradoja de un Relato. Plantea una pausa entre los fenómenos cambiantes, un lugar donde sentarse a observar el curso del mundo, desatento a lo que ocurre lejos de su ámbito, Nada sorprendente que lo que ocurrió / antes de esta noche, ayer, la historia de nosotros mismos, nos sea indiferente.

Antes del lenguaje existe el ritmo. De esa “musiquilla” surgirá un sonido, una voz, la aparición de algo aún inédito, sin saber si el verso es pensado por el autor, aparece algo que quería ser dicho sin saberlo previamente. Cualquier idea de ti mismo debe incluir un cuerpo que envuelve una canción.

Hubo un tiempo en que los argumentos podían complacernos, nos decían quienes fuimos y quienes somos Es un conocimiento que permanece invisible, a pesar de estar señalizado, mas ya no es suficiente, el lenguaje será un error, falto de precisión y paradójico, El yo, diremos, nunca podrá / verse con un disfraz y nunca será visto sin él.

Regresa al sillón y al copo de nieve. La nieve es observada, los copos están destinados a perder su forma. La nieve se aleja de las ventanas que miran al futuro, los copos viajan hacia lo inefable, hasta el lugar donde nada servirá de nada, / donde nada se necesita ni se dice porque ya se sabe.

En el sexto poema aparece una reflexión sobre la memoria, el autor nos dice que no basta tener todos los datos ordenados en un relato. Prefiere el recuerdo, aun cuando no se conserve todo, aun cuando se disuelva. No se sabe si volverá el mismo día a nuestra memoria o si ésta será invadida por la niebla, borrando acontecimientos, uno / tras otro.

«Aquí». Toda la poesía de Mark Strand plantea problemas espacio-temporales. En este poema dedicado a un espacio marcado por el sol, calles vacías, tumbas abandonadas. Un lugar desierto, lleno de polvo sobre las propiedades abandonadas. Una iglesia permanece abierta, lugar para refugiarse del calor, La iglesia está vacía por que no hay gente, por el calor o por que el visitante vio un dragón, o lo soñó, acurrucado ante la cueva reposando como un saurio / y en lo bueno que es ser sobrevivido. Un final que, casi inevitablemente, recuerda al microcuento de Monterroso.

«Dos de Chirico». La pintura de Giorgio de Chirico se caracteriza por formas arquitectónicas en un paisaje casi carente de personajes, acaso aparecen lejanos o como un sombra en la pared.

“La conquista del filósofo”. El poema gira sobre dos versos  que se repiten de principio a final, a veces juntos, otras uno de ellos finaliza una estrofa. Este melancólico final permanecerá / Y siempre la torre, la barca, el lejano tren.

“Las musas inquietas”. De nuevo dos versos se repiten, Primero se instala el aburrimiento; después, la desesperanza. / Algo sobre el silencio de la plaza. Es un viaje a través de los elementos de la pintura, la primera impresión no calma. Las musas aparecen inexpresivas, no son portadoras de palabras sino de su opuesto. Los edificios no son un fondo de paisaje, una analogía que ayude a entender, simplemente posan. El poeta ha viajado a su interior, desea “componer” en este ambiente irreal, quizás sobre lo evidente, el silencio, o sobre lo latente, la incertidumbre, O algo más, de lo cual uno no es consciente, / acaso la vida misma-, ¿quién sabe?

«Algunas últimas palabras». Esta sección esta compuesta por una serie de 7 poemas de 3 sílabas cuyo último verso es siempre el mismo, Simplemente, vete al cementerio a preguntar. Mark Strand abandona los largos poemas en los que desplegar su navegación poética para llegar a unos poemas cercanos a los aforismos. El número 5 dice: Si piensas que vienen cosas buenas / y que el mundo mejorará, no aguantes la respiración, / simplemente, vete al cementerio a preguntar.

CAPÍTULO III

«Cinco perros». En un cambio de sujeto poético, realmente chocante, el poeta da la voz a cinco perros que cuentan sus historias entre el asombro y la resignación.

El primer perro, Spot, quiere cantar, como un poeta, hasta que un vecino le desanima con un golpe de realidad. El segundo es alguien convertido en perro con conciencia. Sabe quién fue y quién es. Pero de nada sirve saber, el destino está escrito para el perro último de una estirpe. El desazón llega con el tercer perro, La mayoría de quienes son como yo cree / que la tierra es el único planeta que no está cubierto de pelo. Quisiera una tragedia, un fin de la historia, que una voz le reclame para el amor y la luz. Pero se desinteresa, se siente diferente, solo, y ahí estaré hasta el día que me muera.

Llega un tiempo en que los grandes perros dominan, hay que retirarse con sus huesos al jardín y reconocer que una época acaba. Ahora son los humanos los que caminan a cuatro patas, bailan con torpeza. Con el invierno, todo se convierte en hielo, cristal, blancura. La canción era esa llamada no respondida, el deseo de felicidad no llega, la oscuridad se acerca, solo queda aceptar la situación. Y así, así… Adiós a todos, adiós, perro.

CAPÍTULO IV

«En recuerdo de Joseph Brodsky». Joseph Brodsky es el segundo poeta que merece un poema en este libro. Son amigos, colegas y traductores ambos, mantienen la admiración del uno por el otro.

En la despedida, no hay solo pérdida sino acaso un ser que se difumina. La desaparición no es brutal sino lenta como una capa de polvo que avanza parsimoniosa. Lo indecible, lo intangible es el territorio del lenguaje al que se dirige todo gran poeta. Los recuerdos tienen vida porque Brodsky la insuflaba. Los restos del yo siguen desplegándose, más allá de nosotros, para quienes el tiempo es sólo ahora una medida del mientras tanto.

Todos los grandes temas de Mark Strand están en este poema: la identidad que se despliega desde el ahora, el espacio futuro indefinido, el lenguaje y sus límites, Y el futuro no es más que un etcétera.

«Lo que era». La materia del poema puede partir de la imaginación o de una sombra. En todo caso, es material que cae hacia la oscuridad, tal vez una idea descrita. El material del poema puede ser algo tangible como una silla, unas paredes, también, por supuesto, es la naturaleza: el viento, los árboles, las nubes. Pero no basta un listado para definir la materia poética, También era lo que nunca ocurrió. Y cuando todo desaparece queda un momento completo y una pena inabarcable. Sentado en una vieja habitación, con recuerdos abandonados y la luz del sol, se llega al centro de la percepción, Era la forma en que me sentaba, la forma en que esperaba durante horas, días. Era eso. Era eso.

«El vals del delirio» es alternativamente poesía y prosa poética; con tono, ritmo, objetos diferentes pero que sutilmente se van engarzando hasta asimilarse al final en un mismo discurso.

En el primer texto introduce el vals afirmando no recordar cuándo empezó todo, apenas recuerda a su compañera de baile, todo consistía en dejarse deslizar por el salón siguiendo la música lenta.

En primer poema va citando a los participantes que se van añadiendo al baile, repitiendo el cuarto verso de una estrofa en el tercer verso de la siguiente, y así sucesivamente, Y Bill y Sandy se apoyaban el uno en la otra. Crea de esta manera el ritmo a seguir en el baile, llevando la atención a los pasos a seguir, las vueltas a dar, mientras sigue nombrando a la gente que se incorpora al grupo.

El poema finaliza cuando la luz es tenue, fría, las figuras difusas se deslizan sobre el agua, sobre la nieve. Regresa a su compañera de baile, No recuerdo bien, pero creo que estabas allí, quienquiera que fueras.

«La vista». El poema que cierra el libro, bien podría ser una Poética de Mark Strand. Poética que es forma de ser y estar en el mundo, además de forma y fondo de la creación misma.

Basta una persona observando el mundo, unos simples objetos: una silla, la luz, etc. y un aire de final o fugacidad, “un espacio para mí”, piensa / siempre lo atrae el tiempo de la despedida.

Un ámbito en que el dolor es menor ya que es visto en perspectiva. El atardecer, la oscuridad que llega, es el momento para percibir la realidad de las cosas, pues viéndolo parece ella misma una suerte de felicidad…
“Algunos pensamos que cuanto menos se hable del modo en que hacemos las cosas, mejor. Yo particularmente ni siquiera estoy seguro de tener un modo reconocible de proceder, ni de que pudiese hablar de él si lo tuviera. No dispongo de ningún método secreto de escritura, ni tengo una lista de lo que que hay que hacer o no hacer. Cada poema exige ser tratado de manera específica, que se llegue a un acuerdo con él, y que se le busque el comienzo y el final apropiados. Pero me estaría engañando si creyese que no hay nada constante en las transacciones entre mis poemas y yo. Supongo que esto es lo que entendemos por oficio.” (Mark Strand, «Sobre la nada y otros escritos»,  Turner Publicaciones, 2015)

 

Reseña: Enrique Arias Beaskotxea

Obra: «Tormenta de uno», Mark Strand, Visor libros, 2009.

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